Verdejo, la austera cepa castellana

Verdejo, la austera cepa castellana

3 de agosto de 2022 0 Por Jose Peñín

Si existe una variedad con un largo curriculum, esa es la verdejo. Desde el siglo XVI que se tiene en cuenta, esta cepa ha vivido momentos de gloria bajo el retrato de vino generoso. Es a partir del siglo XX cuando se van reconociendo atributos para ser bebido en su juventud.

En los últimos años, para muchos “verdejeros” van apareciendo nubarrones sobre la masificación de esta uva como resultado del éxito de sus vinos en los diferentes mercados. Sin embargo, puedo constatar que pocas cepas son capaces de transmitir su personalidad aun con elevados rendimientos como la verdejo, sobre todo de la DO Rueda.

He probado vinos a 2 euros de esta denominación, aunque más ligeros y fugaces, mantienen ese amarguillo característico que no encuentro en vinos de otras zonas hechos con esta uva. No obstante, para chatear en barra podría pasar, pero para un descorche en mesa iros a verdejos a partir de los 5 €. Una uva que no defrauda.

La prehistoria de Rueda

En los tiempos de Isabel la Católica el concepto de vino de Rueda no existía. Entonces se llamaba Tierra de Medina. Un vino elogiado por nuestra Literatura y bebido exclusivamente por los españoles hasta hace poco tiempo. Fue el primer vino de tierra adentro con categoría de Vino Real hasta el punto de que en el año 1494 se crean las Ordenanzas que lo protegía. Por aquellas fechas no había ningún territorio en el mundo que tuviera unas reglas protectoras en cuanto a Estado.

Así lo confirma también el escritor británico Hugh Johnson, cuando asegura que el vino de Tierra de Medina fue posiblemente la primera demarcación específica que legislaba la prohibición de introducir vinos ajenos. La importancia de esta zona llegó a tal punto que tuvo la categoría de venderse en las tabernas postineras, tanto de Castilla como de Santander y Bilbao.

La literatura del Siglo de Oro anotaba las referencias de los vinos del Madrigal, citado por Alonso de Herrera, o el vino de Alaejos que elogiaba Quevedo cuando señala: «los paños franceses no abrigan lo mismo que una santa bota del vino de Alaejos». Dos localidades que hoy están acogidas la Denominación de Origen Rueda.

Cuando habla del «abrigo» del vino castellano es una referencia a su elevada graduación alcohólica. Así eran los vinos de antaño. Cepas de poco rendimiento que rebosaban azúcar y unas levaduras vigorosas capaces de convertirlo totalmente en alcohol.

La calidad la proporcionaban las bodegas a veinte metros de profundidad para librarse del tórrido calor castellano, como también el enterrar sus cepas para defenderse de los fríos.

Las tres erres del vino español

Otra imagen que contemplé hace 50 años en algunos viñedos fue ver las cepas rodeadas con un pequeño surco para retener el agua de las escasas tormentas veraniegas. El punto lo ponían las misteriosas levaduras que se originaban en la superficie del vino.

El gusto de vino rancio era el atributo que le dio renombre, con la culminación en una Orden Real de 1.911, cuando se declara al vino de Tierra de Medina como vino especial «similar a los de Jerez y Málaga». Incluso la Cooperativa de La Seca, creada en 1.935, se manifiesta a favor de la creación de una Denominación de Origen para el vino de la Tierra de Medina.

El paisaje vitícola de esta zona de Valladolid se inscribía en la eterna imagen horizontal de Castilla, cuyas cepas eran como montículos vegetales de sarmientos en rastras que a veces se enlazaban unas con otras.

El vino de Rueda que conocemos tuvo un pionero que fue Francisco Hurtado de Amézaga cuando montó la bodega de Marqués de Riscal en la localidad de Rueda en 1972. Hoy es la tercera referencia en el consumo de vino español, solo por detrás de Ribera del Duero y Rioja. Rueda, Ribera y Rioja, las tres erres del vino español.